martes, marzo 20, 2012

Una sonrisa como moneda de cambio - Pren Dam (I)

Este post va a ser largo... por que los días que en ellos estuve fueron intensos y si escribo este blog, es también para recordarlo yo mas adelante, así que lo voy a dividir en 3 entradas. Dos de ellas, siendo esta la primera, harán referencia a Pren Dam, donde voy por las mañanas, y una tercera que referirá a Kalighat mi destino por las tardes; dos pedazo de experiencias. Como en el resto de este Blog, refiero no únicamente la experiencia de un día concreto, si no que en aquellos sitios a los que he vuelto con regularidad, trato de reflejar en el mismo “post” o entrada, anécdotas o situaciones que a lo largo de los restantes días me pueden haber ocurrido, y que pueden llevar a su vez a entender mejor como es esto.


Así pues, son las 6:40, vamos camino de Pren Dam ("regalo de amor" en bengalí, algo cursi, si), centro en el que se encuentran mas de 400 hombres y mujeres, adultos, con serios problemas físicos, y gran parte de ellos con problemas mentales. Para llegar desde Casa Madre recorremos callejuelas inmundas, con el tráfico creciente, ya frenético en las avenidas que también cruzamos, el ruido penetrante e incómodo, el inconfundible olor de las mañanas, a goma quemada, a comida, a orines y basura, la suciedad que parece tomar cada esquina, niños y niñas con sus uniformes, camino del colegio, gente de cualquier edad que toman su primer baño del día, mujeres volcadas en la colada mañanera, en la misma acera, comercios preparando febrilmente todo lo necesario para conseguir la atención de los compradores, vitalidad, colores, la sorprendente cotidianeidad de la vida.

Entramos en Park Circus y su inmundo Slum (barrio de chabolas), que no te deja indiferente. Aquí la pobreza es enorme. Me siento violento fotografiando a esta gente en sus circunstancias, y me sobrecoge la realidad que descubres cuando te fijas en el interior de las chabolas. Decido apenas hacer un par de fotos más generales, no puedo pararme, me parece que es como regodearme en su pobreza. Si estuviese en otro país, y pienso en México o Brasil, nunca se me hubiese ocurrido pasar por un sitio como este, pero la India en general es segura, y más si eres hombre; a pesar de ello, extremo mi cuidado.

Ya llegando, cruzamos la vía del tren de la estación de Park Circus, donde en la misma montan un mercado de frutas y verduras, que retiran rápidamente cuando se acerca el tren, para montarlo a renglón seguido; hay tanta gente que no ves siquiera la vía. Hoy me contaban de un accidente de un voluntario cruzando la vía a pie, entre la literal marabunta de locales, tras el cual las hermanas han recomendado tomar un paso elevado cercano.
Park Circus train station

Llegamos a Pren Dam sobre las 8, donde nos franquean la puerta pidiéndonos la acreditación que en su día nos dieron en el registro, medida de seguridad. Como en todos los centros de las Hermanas de la Caridad, no se permite hacer  fotografías; el último día, pidiendo un permiso especial, me permitieron hacer algunas, de las que cuelgo solo un par donde apenas se ve a los enfermos.

Una vez en el interior, las mujeres se dirigen al edificio de mujeres, y los hombres hacemos lo propio. Ya no nos veremos hasta las 10:30 donde disfrutaremos de media hora juntos para tomar un te con galletas, y comentar la mañana.

No veo apenas mujeres, como por otro lado es normal en Calcuta, sobre todo en barrios musulmanes. En la calle, el 80% de la gente son hombres. Las mujeres deben permanecer en su "casa", y lo pongo entre comillas, por que seria bueno definir el concepto "casa"... Pues igual parece que es en Pren Dam, ya que los hombres gozan de un gran patio para su disfrute, pero las mujeres están todas bajo techo, y apenas las distingo entre las ventanas con rejas.

Atravieso en
patio, y miro de refilón al largo numero de pacientes (como les llaman), que se sientan de forma desordenada a lo largo de los muretes que rodean el patio, aun no quiero interactuar con ellos, antes necesito enterarme de que va esto. El sol va apretando y cada día lo llevo peor; las noticias dicen que la temperatura sube a un ritmo de entre 1 y 2 grados al día... Algunos descansan bajo la sombra de alguno de los pocos árboles que hay; los mas, aceptan sin problemas el sol abrasador.  

Mi primer día, soy un novato, nadie te explica nada, ninguna hermana te recibe de forma distinta al resto y te prepara para lo que debes hacer. Así que decido seguir cuan autómata al resto de voluntarios que supongo ya conocen la agenda.

Escurriendo y colgando la colada
En una habitación que nos habilitan dejamos nuestras cosas y siguiendo los pasos del resto, nos dirigimos en primer lugar a la azotea, donde no hace más que llegar grandes cubos con la colada, para escurrir y colgar. Abajo otro grupo de voluntarios ayuda a terminar el lavado de la misma. Ahí pasamos cerca de 45 minutos, escurriendo, retorciendo, colgando la ropa, mantas, sábanas, saris, trapos, todo lo que visten y utilizan los más de 200 enfermos. Entre el sol, que va subiendo desde hace ya rato, que poco a poco te va golpeando, y el ejercicio continuo de escurrir, acabas sudando un rato largo. En mi primer día acabo calado casi hasta la cintura, zapatos, calcetines… por lo que a partir del día siguiente planifico mi vestimenta al efecto. 
Según bajamos de la azotea, toca limpiar la zona de lavado, los suelos, los bargueños donde han lavado la ropa otros voluntarios. No hay lavadoras, no hay máquinas en este mundo de las hermanas, más allá de los ventiladores de techo. Tú eliges en cada momento que haces. Si quieres te involucras más o si quieres te puedes literalmente escaquear de todo, nadie te va a decir nada. Pero la verdad, venir aquí para escabullirse es un sinsentido, aunque alguno hay...


Dormitorio planta alta
Llega el desayuno; los pacientes se van acercando lentamente y forman filas, sentados en el suelo, al aire libre la mayoría, otros pocos se han quedado en el murete. El interior se divide en 2 pisos, cada uno con una gran habitación, donde duermen cerca de 80 pacientes en la planta baja y en la superior debe haber como 120 camastros, todo limpio, sencillo, apenas unos ventiladores en el techo para aguantar el enorme calor y humedad que llega a hacer aquí.

Luis es un voluntario de Sevilla que viene todos los años 3 meses. En su día, hacía las mismas labores de todos, pero un buen día se preguntó por que varios ventiladores de techo no funcionaban, y se ofreció a repararlos, es un manitas en todo lo eléctrico. Así que las hermanas encantadas de su buen hacer, le han dado un espacio-taller para él, con su armario y demás, que le espera año tras año. Hace una gran labor, por que sin los ventiladores, sin duda muchos enfermos morirían, y no es exageración. En su momento, el ayuntamiento tratando de forzar a las hermanas a que entraran por el aro, en cosas en absoluto admisibles que no voy a comentar aquí, ante la negativa de éstas a bailarle el agua, el ayuntamiento les cortaba la luz de forma intermitente y sin previo aviso. En la época de grandes calores (47 grados y 95% humedad), sin energía para los ventiladores, me comentaron que los enfermos caían como chinches... poco le importaba al ayuntamiento, tremenda crueldad.
La planta alta, venía contando, queda vacía durante el día. Los enfermos que no tienen fuerza o están muy perjudicados, de tal manera que no pueden siquiera salir al patio, quedan ubicados en la planta baja. Son apenas 7 u 8 enfermos, pero en esta planta, más al fondo, hay una pequeña habitación con 6 camas, donde se encuentran los que están ya muy muy perjudicados. A esta habitación la llamaba la “habitación de los perdidos”, por que la realidad que en ella habitaba es mucho más fuerte que la del común de los enfermos.

Pero estábamos en el desayuno… como siempre, llegan los "workers" con 2 grandes peroles, se sirve el desayuno junto con un vaso de "pani" (agua), y lo repartimos entre todos. Comen con las manos, como se come en gran parte de Asia. Algunos se lo tiran todo encima, otros son capaces de acabar, y a otros a su vez hay que dárselo por que son totalmente incapaces.

A medida que pasas por todos ellos, vas percatándote del estado de situación. La miseria física es la norma general, si bien por la tarde la vería aun mas aguda. La variedad es enorme. Hay mutilados, deformes (los pies, las piernas, las manos, la cabeza), dañados de todo tipo y en cualquier parte del cuerpo, la mayoría con serios danos cerebrales, causados por enfermedades, accidentes, maltratos, sus miradas perdidas, tics y temblores de todo tipo. Muchos apenas andan, y tienes que llevarles del brazo para alcanzar la zona de desayuno, o su cama, o el baño. Los hay que aguantan la postura y permanecen sentados, muchos no pueden hacerlo y están tirados, en el suelo, o doblados sobre si mismos en posturas complicadas. Algunos con infecciones, que les llega a cubrir en algún caso todo el cuerpo; desdentados, quemados... En fin, la lista es interminable, supongo que lo esperable. 


Reflejan una gran soledad, un enorme abandono, solo mitigado por el cuidado y cariño de las hermanas, en este mundo que han construido para ellos, y que es un pequeño oasis en su desesperación. Pensando en tantos como ellos que están fuera de estas paredes, en la dura realidad de esta ciudad, de la India, mas allá de las estadísticas que todo lo tapan, los de aquí dentro, por duro que parezca son unos privilegiados frente a los primeros, que son legión. ¿Y yo? sobran las palabras.

Después del desayuno, vuelven a su lugar, donde pasan el tiempo sentados, sin grandes conversaciones por que muchos ni pueden hablar o solo emiten ruidos. Toca ahora limpiar y lavar el desayuno, platos, vasos, y todo lo que queda por el suelo. Los japos son muy válidos para este trabajo.

Tenia cierto temor a que lo que me encontrara me fuera a causar un shock, pero me siento muy tranquilo. Los "petients" te saludan respetuosamente, o como ya había visto antes, te besan las manos, o se llevan tu mano a su frente en señal de agradecimiento. Hablo con Javi, un camarero del campo de golf de la Federación en Madrid, que viene 3 meses todos los anos, muy buena gente, y me da unas primeras pistas. Charlo después con Helmut, un alemán de 75 años que yo creía médico por sus consejos, pero que todo es voluntad y sentido común, es el perro viejo del lugar.

Entre ambos me orientan y ya en este primer día decido como actuar. Así que me voy a dedicar más a la relación y cuidado de los enfermos que a la intendencia. En lugar de lavar suelos, hacer colada y lavar los platos, que también si me sobra el tiempo, me voy a dedicar a estar con los enfermos. No es escaqueo, es que los japos precisamente patinan en la relación emocional, y una vez terminan la limpieza, les ves por lo general algo perdidos, sin saber que hacer, sentados en la escalera, o junto a algún enfermo como otro más, deambulando sin decidirse, y sin embargo se organizan muy bien para limpiezas y otras similares. Así que zapatero a tus zapatos.

Le pido a Helmut que lleva varios meses, que me recomiende de quien ocuparme, quien necesita de nosotros, y que necesita cada uno, y es que esta lleno de ellos, no llegamos. Me centro principalmente en 4 o 5 pacientes, sobre los que Helmut me dice que hacer, y a los que voy a seguir todos los días. Unos para obligarles a pasear, que lo necesitan para su recuperación y si no lo hacen se van apagando en lugar de mejorar. A otros les pongo aceite (de oliva cuando se acaba el medicinal!) que me pasa Helmut sobre una piel absolutamente cuarteada; el estado de los pies suele ser indescriptible. Masajes en ciertas articulaciones u obligarle a hacer ejercicios con un brazo o mano atrofiados.

Un tercero al que simplemente acompaño a su cama tras el desayuno, y que a 200 metros por hora de velocidad media, me lleva un buen rato acostar; el hombre no habla, lleva la sonda de sus cosas en su mano, y rompe a llorar cada 2 minutos; tengo la sensación de que se siente impotente, acabado por su estado, por que apenas debe ser hoy una caricatura de lo que parece fue en su día. Nada especialmente complicado. Estar ahí, hacerles compañía, que no se sientan solos, ayudarles en lo que podamos.  

Una de las cosas que les gusta es que les afeiten, y un buen número forma una cola todos los días. Siempre hay uno o dos voluntarios afeitándoles, como Bruno, un simpático italiano de Udine y otro español del que no recuerdo el nombre, que suele ayudar como monaguillo en las misas de la mañana; sin serlo parece un barbero profesional. Me había traído de España espuma y una buena cantidad de cuchillas de afeitar, esperando dedicarme al arte de Fígaro, pero he decidido dárselas a las hermanas y que otros como Bruno afeiten; me quitaría demasiado tiempo...

A las 10:30 llega nuestro primer respiro, la hora del te. Más de un día estoy mirando el reloj por que a las 10 me encuentro ya necesitado de un tentempié, que llevo danzando desde las 5. Tanto los hombres como las mujeres salimos de nuestras respectivas zonas y nos encontramos bajo una palapa en zona neutral, con unos bancos corridos a los lados y una mesa en medio donde las hermanas nos han dejado 2 enormes teteras, vasos y una gran caja de galletas. Hay días que me llego a beber hasta 5 tazas de te. Ahora entiendo a los beduinos del desierto, todo es sudor tras tomártelas, pero al subirte la temperatura corporal, la diferencia térmica con el calor exterior te hace sentir frescor. No se de que están hechas las galletas por que, por más que las mojo, no consigo que se reblandezcan, deben ser de ladrillo multivitamínico; aun así, ataco unas cuantas para ganar fuerzas.

La media hora que dura nuestro “break” nos sirve para reponernos, para charlas y preguntarnos ¿Como ha ido el día?, ¿Donde comes hoy?, ¿Cómo vuelves a Sudder?. Es como una gran familia, de gente de todos lados y lenguas. Pero no es menos cierto que a medida que pasan los días, vas teniendo más afinidad con unos frente a otros. Así, solemos montar una pequeña tertulia con Helmut, el decano alemán, Bernardo, un curioso francés lleva 15 años escribiendo un libro de más de 4.000 páginas, que contiene poesía, novela, monólogos… en fin, que como él me dice, no acaba de encontrar editor después de tanto esfuerzo, un canadiense y un inglés... Los cuatro solemos frecuentar la “habitación de los perdidos” en distintos momentos del día, y cada uno con su enfermo, nos ayudamos también como podemos. Tal vez eso nos haya generado esa mayor afinidad. Helmut acaba desbarrando habitualmente sobre el mundo y como arreglarlo, así que más de una vez, cruzándonos un guiño, le tenemos que callar sin que se de cuenta.

Charlo en nuestro te-time con dos españolas que son ATS de urgencias de Madrid y que tras una conversación en el Spanish bar convencí para que se apuntasen al dispensario de Pren Dam, cuando su idea original era irse con los niños. Ellas, por su profesión, si que van a poder aportar mucho más valor que gente como yo. Me cuentan algo escandalizadas su primer día. Ninguna de las dos, con toda su experiencia detrás, habiendo visto de todo en Urgencias en España, podían haberse imaginado que encontrarían lo que aquí han visto. Y es que les llega gente en situaciones dantescas, que en Europa nunca se darían. Así, me cuentan de una abuela, con una herida profunda en la cabeza, que debe haberse hecho hace ya muchos, demasiados meses. El caso es que sin cura alguna en todo este tiempo, la abuela debió rascarse en su momento y llevarse todo tipo de bacterias a la herida, las cuales le han producido una infección de caballo, que le baja hasta el cuello, con abscesos en varios puntos. Lo que más les ha sorprendido ha sido encontrarse toda la herida aun abierta y supurando, ¡¡¡atestada de gusanos!!!.

Nosotros no vemos ni el dispensario, ni los enfermos que entran en él. Me cuentan las ATS que han atendido a leprosos (¿pero no era que no existían?), hepatíticos perdidos, quemados, todo tipo de enfermos. A los dos días, pasado el shock, las veo encantadas ya de la enorme labor que están haciendo, no solo con los pacientes que entran, si no con las hermanas, enseñándolas en las curas y demás. Me comentan que tienen muchísimas medicinas, pero que las hermanas en general no saben aprovecharlas. Al fin y al cabo, estas últimas no son ATS, son monjas que se desviven y aprenden lo que pueden cuando alguien les enseña.

La media hora de respiro pasa volando, y la segunda parte de una mañana en Pren Dam, la cuento en la siguiente entrada.

1 comentario:

  1. Que intenso y que enriquecedor Pablo,te leemos con mucha atención e interés. Santi y PAblo estarán muy orgullosos de ti , nosotros también.Cuidate mucho
    Diego

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