jueves, marzo 15, 2012

Los ninos de Antonio

Me salto el registro en Sishu Bayan, por que si lo cuento, no avanzo y ya llevo 3 días de retraso...

Así que me centro en el jueves 15, primer día "full" de mi periplo indiano, y primer día que con mucha pena, no puedo empezar mi colaboración, por que resulta que para las monjitas de la Caridad, el "día libre" o de descanso, ¡¡¡es el jueves frente al domingo!!! Así que a los voluntarios nos dan día libre. La razón no es otra que el carácter profundamente indio de la congregación, y en la India, en el hinduismo, parece que el jueves es el día santo de la semana. Para las "sisters", todos los días son santos, es impresionante ver como viven su fe en cada detalle del día, en su quehacer cotidiano; ya contare en otro post mi experiencia ayer en la leprosería con la hermana María Ruah, española; que grandeza, que autenticidad; un día increíble, inolvidable. Pero no me desvío que desvarío...

Es jueves 15, y quedo con Antonio Mesas, un amigo de María, que ha montado un dispensario y se ocupa de niños pequeños y de otros jóvenes, al otro lado del río. Fundación Ananta creo que se llama. Me invita a llevar a "mis niños" al zoo, y acepto encantado.

A las 8:30 de la mañana me recoge en persona en mi hotel, y nos vamos camino de su centro en una ambulancia algo destartalada, que le regalaron hace anos. Cruzamos el caos de Calcuta por la mañana, y atravesamos uno de sus grandes puentes, construido por los Brits, cuando esta ciudad era capital de la perla del imperio. La ciudad se despereza, y una horda ingente de personas de toda condición, viene camino del interior, cruzando los puentes, donde parece que no cabe un alfiler.

El tráfico no es tan endiablado como cabría esperar, ya que la inmensa mayoría de la gente no tiene vehículo, así que nos movemos, si bien, mezclados con la masa humana. Pitidos, todos, pero ningún grito, ningún insulto ni malas formas... yo estuve a punto de saltar en más de una ocasión, pero me mordí la lengua, iba a ser el único energúmeno levantando la voz, vaya espectáculo. Me comentan que hasta hace poco cuando un vehículo atropellaba a una persona, la gente quemaba el vehículo, castigando de alguna manera su alma por el daño hecho.

Llegamos al centro que gestiona Antonio, y ahí están, 40 niños, de 4 años o menos, con sus padres que vienen a dejarlos. Son todos del barrio, un barrio paupérrimo, donde poder dejar a tus hijos para buscarte la vida y ver si encuentras algo de comer, sabiendo que te los alimentan y están bien cuidados, es todo un lujo.
¿Edificio para futuro colegio?

Antonio tiene la ilusión de montar una escuela, que acompañe los siguientes años al jardín de infancia que ahora tiene y de así recorrido a estos pobres chiquillos con un oscuro futuro. Hablamos varias veces a lo largo del día en como poder recaudar fondos en España para la Fundación Ananta, ya que todo lo que ha montado, sobrevive de donaciones particulares de España, y no es nada fácil, y ahí está él como un valiente, todo arrojo e ilusión, con 11 años a sus espaldas empujando con fe lo que tantos le decían que era una quimera... Antonio, otro grande.

Para ello, los dominicos (creo que eran), le han cedido un buen edificio, algo destartalado, que espera arreglar cuando consiga los 300.000 euros que el arreglo del mismo cuesta para abrir la escuela que contaba. El problema de Antonio es que la India está muy muy lejos, tanto geográficamente como mentalmente para España y los españoles; ¿que se nos ha perdido allí? ¿Quien ayudaría a Antonio? ¿Que empresa apostaría por patrocinar / subvencionar esta iniciativa?, si, muy difícil, veremos si se nos ocurre algo en el tiempo. Recuerdo ahora ese "Dios proveerá" que me dijo la hermana Blanca en Madrid...
Antonio y algunos de sus niños

Vuelvo a mi día; Los padres nos saludan juntando las manos cerca del corazón, "namasté" nos dicen,  y agachan la cabeza. Los niños son todo sonrisas, corren por doquier gritando Dada, Dada!! (algo así como "hermano mayor" creo) y se pelean por abrazar a Antonio, al que se ve que tienen un cariño enorme. Algunos son mas retraídos con nosotros, los nuevos (somos tres, Manuel, Fernando y yo), pero poco a poco se van soltando. Los zarandeo y los lanzo por el aire, mientras algún padre me mira con preocupación... "no se preocupe, que lo llevo haciendo con mis hijos desde el primer día, y aun no se me ha caído ninguno (aunque siempre hay una primera vez...)", como siempre, los niños hacen cola para que los lance a todos... así que empiezo a sudar por que son un montón, por lo que tengo que replegarme a la ambulancia buscando descanso... Además me da un latigazo en la espalda que llevo arrastrando desde Madrid; si es que estoy mayor y no quiero verlo...
Subiendo a la ambulancia

Les han vestido a todos con el uniforme del centro, un pantaloncito rojo y un blusa o camisa con motivos de los saris. No consigo distinguir quien es niño o niña, todos llevan el pelo muy corto; algunas niñas llevan los ojos con un contorno negro muy marcado que destaca sus ojos, estilo indio, otras creo reconocerlas por los zapatos, brillantes, plata, oro... pero no las tengo todas conmigo...

Todo listo, nos vamos; los chicos suben a la ambulancia y otro vehiculo que hemos alquilado. Para muchos es la primera vez que suben a un automóvil, y su sorpresa y excitación es mayúscula. Vamos algo hacinados, yo voy delante, con el conductor, un niño entre las piernas y otro sentado en mi rodilla, vamos sin ningún peligro... y me preocupa, por que yo llevo cinturón de seguridad pero ellos no entran. Parece que el curso de recuperación de puntos de la semana pasada me ha concienciado... pero es lo que hay, ahí vamos.

Llegamos al Zoo y cuando bajamos y cruzamos la congestionada avenida, nos encontramos con que el Zoo esta ¡¡¡cerrado!!! No me lo podía creer... los enanitos no entienden que pasa; vuelta a los coches y cambio de planes, nos vamos a un parque. Cruzamos el río, y el en mismo margen del mismo nos aposentamos en un pequeño parque de atracciones que no esta operativo a esas horas (si es que alguna vez lo estuvo). 


Los chicos ya saltan sobre nosotros, se suben, juegan, y todo son sonrisas. Tratamos de controlar que no se nos escapen. La verdad, son bastante mas educados que lo podríamos imaginar de un niño español. Todos atienden a la voz de un adulto sin rechistar, que guuusto... Les llevamos junto a una veranda que da al río, y se quedan extasiados mirándolo, durante minutos, no suelen salir del barrio, muchos no conocen más allá. Se suben a alguna que otra atracción cerrada o abandonada pero sin peligro, corren, saltan... lo normal.

Llega la hora de la comida. Ya llevan tiempo pidiendo "¡¡Dada, Kana!!" (hambre!!), ahora entiendo de donde viene eso de hambre Kanina... así que se dispone una esterilla en el suelo, se sientan todos alrededor, y los que no caben, en hojas de periódico habilitadas a modo de alfombrilla. Es sorprendente verles a todos sentados, todos hambrientos, repartimos los platos, y empezamos a servirles la comida, un buen bollo de pan, un huevo duro, un plátano y un dulce de la zona... sin decirles nada, ninguno, NINGUNO empieza hasta que no se reza. No hay peleas por la comida, todos comen ordenadamente, bastante en silencio.

Saco algunas fotos, entre otros a "soplillo", un chavalín con una cara de carcajada, no podía evitarlo. Muy gracioso. 


Nosotros comemos lo mismo, solo que 2 huevos duros, como los hermanos Marx. Yo paso de los dulces, y cuando se los voy a dar al conductor o a una de las tres mujeres que nos acompañan, me dice Antonio que no lo haga, que es ofensivo hacerlo una vez empezado el plato, así que acaba en la basura.
Con los niños en el parque

Es sorprendente como el mundo de las castas esta presente hasta en el sitio más insospechado. De las tres mujeres que nos acompañan, una es profesora, 23 años, otra es cuidadora, algo mayor, y una tercera, simplemente es la que limpia a los niños, ya que ninguna de las otras dos los tocan cuando se hacen sus cosas encima; al fin y al cabo son niños probablemente de castas inferiores, y no se van a manchar con ellos. Sólo para eso está esta última mujer, una "intocable" supongo, es la única que toca la "caca" de los niños. No doy crédito, pero estoy en la India, y así es esto como tantas cosas que aprenderé después aun más sorprendentes.

Los enanos empiezan a dar síntomas de cansancio, alguno me tira del pantalón para que lo coja en brazos, y apoyando su cabecita en mi hombro se me duerme. Otro se apunta y ya llevo dos. Antonio también va cargando alguno, así que decidimos levantar el campo y poner rumbo al centro, al que llegamos sin problemas cruzando de nuevo el río por el inmenso puente, Old Bridge creo que se llama.

Ya en el centro, reparte Antonio un pequeño tetrabrick con jugo de mango que les encanta a todos. Veo como más de un niño se ha guardado el plátano de la comida y ahora hace lo propio con el zumo, probablemente para dárselo a sus hermanos o padres, que no sabemos si habrán comido. Me dejan de piedra... con esa edad, y ya son plenamente conscientes de la falta de comida en casa, de que hay que guardar para los suyos, que infancia. Asá que abro mi zumo, y después de darle un par de sorbos, se lo ofrezco a uno de los pequeños que guardaba el suyo. No os creáis que fue fácil convencerle; el sabía que no le tocaba el zumo, y no quería ni el mío, estaba bien aleccionado ("no te bebas el zumo" le habrán dicho). Pero a base de insistir, acaba probándolo y ya no hay mas reserva, le dura un suspiro. Eso si, el suyo lo tiene a buen recaudo.




Nos despedimos y volvemos al centro de Calcuta con Antonio para ayudarle a comparar un par de equipos de música para la leprosería de Shantinagar, de las hermanas de la Caridad, que tienen a 220 Km. de Calcuta. Son para poner música en los pabellones de enfermos. Mañana junto con un buen montón de medicinas nos vamos con Antonio y su ambulancia a visitarles, nos espera la hermana María Ruah, de la que Antonio me habla mucho, "te va a sorprender, no te imaginas que pedazo de mujer es", sin duda se quedó corto...

Tras cerrar la compra de los equipos, nos vamos a tomar un café en Park Street, algo así como la calle Serrano o Gran Vía, si es que hubiera que buscarle similar, difícil de encontrar por otro lado, y nos despedimos, que el jueves 16 hemos quedado a las 7 a.m. ya desayunados, en Casa Madre (Dios mío, aun no he hablado de Mother House....), para un viaje de cerca de 5 horas por sentido; promete ser un día intenso.

Vuelvo al hotel, me doy una buena ducha y decido quedarme leyendo el apasionante libro del Malichi Martin, pero a la tercera pagina no consigo sostener la vista, y caigo rendido, mañana será un gran día, seguro.

1 comentario:

  1. ¡¡Grande Pablo!!! Seguimos tu aventura con interés, sigue contándonos , que emocionante.
    Diego

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