viernes, marzo 16, 2012

Un angel en la tierra (II)

Terminaba la entrada anterior con la historia de la familia que visitaba a la leprosa, pero es que hay muchas más, cada cual más espeluznante. Como el de una pobre mujer, leprosa y embarazada de su quinto hijo, a la que se le complicó una infección y habiendo perdido bastante sangre, la hermana María decidió llevarla a un hospital que distaba unas 2 horas. Era necesario hacerle una transfusión urgente, así que le pidió al marido que donara sangre para su mujer. Cual sería la sorpresa de la hermana cuando éste se niega en rotundo, “yo también necesito mi sangre”, “pero si es tu mujer, que se va a morir!!”, poco lo importaba que así fuera.
Y es que como la hermana María nos cuenta, no existe en esta sociedad el concepto del amor entendido desde una perspectiva cristiana, el de la caridad que ellas viven de forma tan auténtica. Los indios no son NADA solidarios nos cuenta María, y en los muy escasos casos en los que lo son, lo son únicamente con los de su casta. No me lo tenía que decir la hermana, ya lo he ido viendo, con los niños de Antonio el otro día, y en los centros de la madre Teresa, de los que ya hablaré. Aun así, los leprosos quedan en un nivel aun más despreciable imaginable, fuera de todas las castas, están excluidos, no existen, como dice el gobierno Indio, aunque ahí estén.

Pero como dice la hermana María, "no tendrán manos, no tendrán pies, tal vez ni brazos o piernas, serán deformes, pero tienen un corazón enorme, enorme". Como les trata, hay que verlo, con que humanidad, cariño, cercanía... tratan de besarle las manos a cada paso, pero ella rechaza con naturalidad. Me pregunto si hay que caer tan bajo para de repente valorar lo que significa una caricia una entrega desinteresada como ellos ven en las hermanas. Les causa estupor; no les entra en la cabeza que un BLANCO siquiera se acerque a ellos, no solo no les rechace, si no que los acoja, les toque, cuando nadie de su mundo, ni los suyos ni los otros lo hacen, ¡¡nadie!!
Las alegres pellizcadoras

Nos ven a nosotros, que simplemente estamos de visita, y se inclinan con unas reverencias, saludan agradecidos de nuestra presencia. Lógicamente no hacen ademán alguno de tocarnos. Nos sacamos Fernando y yo unas fotos con dos leprosas, con muñones por pies, y tal vez algún dedo en alguna mano, y les pasamos el brazo por la espalda, ya nos ha dicho la hermana que no pasa nada. Ellas son todo sonrisa. Fernando les dice en español que parecen unas chicas de Bollybood (la industria del cine de Bombay), y una de ellas, me cuenta después Fernando, parece que le ha dado un pellizco ¡¡en el trasero!! Como nos reímos.


No me parece ver voluntarios en toda la leprosería, al contrario que en Calcuta donde en los distintos centros de las Hermanas de la Caridad, hay innumerables. Le pregunto a la hermana María por ello, y me explica que Shantinagar está muy lejos de todo, aislado del mundo en cierta forma, por que más allá de los muros no hay nada que hacer. El voluntario que decide venir aquí es para volcarse y dedicarse por entero a ello, a diferencia de los que estamos en Calcuta. Si, hay tiempo libre, para leer, para pasear por el centro, pero puede ser hasta peligroso salir fuera del mismo. Por ello para venir de voluntario a este sitio hay que hacer una solicitud especial, hay que saber a que se viene y comprometerse mínimo a una semana completa.
 
Me comenta la hermana que todos los años, creo que en septiembre, viene una pareja de cirujanos plásticos franceses que hacen un bien enorme. Contaba antes como los leprosos son despreciados, marginados, olvidados por la sociedad, por lo que una vez curados, tratar no ya de hacer desaparecer, pero al menos de reducir o minimizar las secuelas visibles y tan evidentes de esta enfermedad, de cara a facilitar la ya de por si muy complicada “reinserción” en la sociedad, es básico.

Y ahí es donde ésta pareja de cirujanos plásticos hace una labor enorme. Vienen por un mes y se traen desde Francia todo su equipo, todo su material, costeado por ellos, ya que las hermanas no pueden pagarlo. Comenta María Ruah como agradecería que surgieran otros cirujanos plásticos que se animasen como éstos a venir en otra época del año. En su convencimiento de “Dios proveerá”, está segura de que así será.

Llevamos los equipos de música que hemos traído a los barracones, y vemos como montarlos mejor. Los probamos y se quedan atónitos con la música de Mozart. Falta cable, así que tras dar instrucciones a un chico que hace las veces de chapucillas, lo dejamos. Al salir, Antonio se cruza con un ex-leproso del que fue padrino de bodas hace un par de años. Veo como le da un buen billete a escondidas sin que lo vea la hermana, al fin y al cabo es su padrino de bodas. El ex leproso insiste en que vayamos a su casa y nos presente a su mujer e hijos.


Camino de la casa del prohijado
Fuera del centro se ha formado una colonia de ex-leprosos. Sencillamente, una vez curados, la sociedad sigue sin querer ni verlos, les rechaza como a la peste, como a la lepra. Nadie va a contratar a un ex-leproso, ya caíste en el pozo negro y de ahí no se sale. Así que se han asentado alrededor de Shantinagar, y van montando su vida como pueden. Las hermanas de la Caridad ayudan, construyen cabañas salubres, dan clases, facilitan tierras para el campo, tratan de hacerles prosperar, aunque no es fácil. Nos comenta la hermana María Ruah que hay una resignación extrema a su condición, de la que muchas veces, sorprendentemente, no quieren salir aunque se les ofrezca la oportunidad.

Llegamos con María a casa del prohijado de Antonio, apenas 2 habitaciones, pero muy digna. Nos recibe su mujer, muy guapa, muy dulce, con tres hijos. Nos descalzamos y besan los pies al entrar. A esta mujer, que nunca fue leprosa, la buscó en su día la hermana María para Hashid (creo que se llama el marido), y aun siendo él ex-leproso, ella aceptó casarse, por ser la hermana quien gestionaba el matrimonio. Nos canta una canción de bienvenida, que acaba convirtiéndose en 3 o 4 más. Nos enseña las fotos de la boda, con la hermana María de madrina y Antonio de padrino. Nos despedimos agradecidos de la acogida y sencillez de esta gente.
Fernando tomando notas en su entrevista

Ya sentados con la hermana María, y Fernando aprovecha para ir haciéndole preguntas para su libro, al final en la conversación entramos todos por que la hermana nos va fascinando con su historia, con su simplicidad y su grandeza. Una mujer, que vivía en Madrid, que lo pasaba en grande, con novio, amigos, estudios... que jamás se planteó ser monja, ni tenía interés especial alguno por los pobres, y tras una serie de casualidades, y una llamada, una "iluminación" un Sábado Santo, deja todo por entregarse al Señor, y decide  que quiere ser misionera de la Caridad, orden de la que poco o nada sabía antes. Se enamora literalmente del Señor. 


Y como nos cuenta la hermana María, el día de su confirmación personal, el día que vio colmado el paso que en su día había dado, el día que se inundó plenamente de felicidad como nunca antes le había pasado, fue cuando llega a la leprosería de Shantinagar, el día que llamando alguien a la puerta una noche, abre ella y se encuentra a un hombre derrumbado, llorando, diciendo que tiene lepra y que no tiene donde ir, que le han echado de todos lados, y ella responde "entra, acabas de llegar a tu casa". Desde entonces dice ser la mujer más feliz sobre la tierra. La hermana María Ruah, una mujer elegida por Dios en las más difíciles circunstancias de los leprosos; un ángel en la tierra.

Y es que la vida está impregnada de la providencia divina. De otra forma, la vida seria una humillación, una broma macabra para todo aquel lo suficientemente estúpido como para poseer esperanza.

Me guardo mil anécdotas con la hermana, comentarios, opiniones..., tal vez más adelante lo escriba. Solo hay un secreto, como dice la hermana María, un secreto a voces por que nos lo viene repitiendo el Señor en todo el evangelio, "lo que hagáis a uno de estos, me lo hacéis a mi", y en esa fe enorme, María ve a su esposo Jesús, en cada herida, en cada enfermo, y les quiere y les cuida como si fueran el mismo Señor...





Nos volvemos en nuestra ambulancia, con Antonio; Fernando, Manuel y yo, que no conocíamos a la hermana, agradecidos y convencidos de haber compartido el día con una Santa.

3 comentarios:

  1. Me acabo de leer todos los posts y es interesantisimo! Me alegro mucho de que estes haciendo este viaje tan impresionante y viviendo todas estas experiencias.
    Me dejas con ganas de leer mas!
    Un beso enorme
    Pati

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  2. Me acabo de leer todos los posts y es interesantisimo! Me alegro mucho de que estes haciendo este viaje tan impresionante y viviendo todas estas experiencias.
    Me dejas con ganas de leer mas!
    Un beso enorme
    Pati

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  3. Pues vente en unas vacaciones, esta a anos luz de nada de lo que escriba. No te arrepentiras... un beso grande

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